Puakistán los talibanes

Mataron al hombre más buscado del planeta. Casi que no lo encuentran. Pero si es que lo estaban buscando donde no era. Tropas y civiles, inteligencia y militares, planeaban, especulaban y removían tierra en cuanto hueco encontraban, y no daban con el talibán. A duras penas hallaban uno que otro pozo de petróleo. Pero nada más.

Nada más complicado que buscar algo precisamente donde no se encuentra. Hubiera quedado conforme si en lugar de Pakistán hubiera escogido ir a Siberia, Mongolia, Hungría; cambiado de aspecto, cortado la barba, rastas sobre su cabeza, y dirigiera atentados terroristas desde un puesto de artesanías en el centro.

Que gesto del mayor sentido terrorista el burlarse de tanto micrófono, tantas comunicaciones interceptadas, de tanto chisme. “Puakistán esos talibanes” fue la información que tardíamente llegó a las ya  ridiculizadas agencias de inteligencia. 

Que buena recompensa para el trabajador en su día festivo, y que gran muestra de humildad al reconocer el trabajo que les dio el hombre que prefirió esconderse detrás de  un minúsculo e invisible muro de cinco metros, que resultó siendo más fantasma que ni el mejor de los aviones.

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